Eres como el atardecer. Y quemas.
Eres como el mar. Inmensa. 
Eres como el invierno. Fría. 
Eres como el amanecer. Despiertas. 
Eres vida y eres muerte. 
No se qué decir de ti si me preguntan, y menos aun si lo hago yo mismo; lo cierto es que no te conozco a pesar de conocerte. 
Te enciendes, y del mismo modo te apagas escondiéndote. 
Necesitas libertad pero pides a gritos lo contrario. 
Crees sentirte fría, mientras ardes por dentro deseando compartirlo. 
No entiendes de puntos medios, no son para ti aunque no quieras darte cuenta. 
Luchas contra ti misma sin descanso; amas y odias por igual, evitando decantarte por un solo sentimiento. Juraría haber visto dos personas en tu interior, lo cierto es que a veces se abrazan tan fuerte que me confunden.


Quién pudiera amarte toda.


Este texto de Gisvel Vivas debería encontrarse por casualidad con todos nosotros al menos una vez. Me gustó toparme con él unos meses atrás:

Posdata: Me quiero.
Dicen que cuando estás enamorado no importan las despedidas, ni el tiempo que pase, ni lo que ocurra entre medio; no importa que te jure que se acabó o que te mande al infierno, ni siquiera importa si ha conocido a otra persona. Cuando el sentimiento es verdadero, siempre encuentras la manera de mantener viva la esperanza. Es algo inconsciente y muchas veces en contra de nuestra voluntad. Ves señales por todas partes. Señales que te llevan a esa persona, a ese lugar, señales que imaginas, o no, quizás son reales. Quizás exista esa energía común que hace y deshace cuando menos lo esperas y más lo necesitas. Y quizás, también, pase que ya no vuelva nunca más, pero tú, tú te empeñas en seguir esperando.
Este escrito va por esas personas que lo dejarían todo, si él, si ella, les dijera: ven; por las que se beben de un trago canciones melancólicas sin dudar, mientras caminan por la calle recordando lo que fue, imaginándose lo que podría ser; por esas personas cuyo destino no depende de ellas, sino de una llamada desesperada, de un encuentro fortuito y tantas veces soñado; por las que viven a la espera de un regreso necesitado, que llega con retraso; por esas personas que se han olvidado de lo más importante: el amor propio.
El desamor es traicionero y todo nuestro alrededor está metido en el ajo. Novelas de amores heroicos, canciones nostálgicas, películas soñadoras… nos empapan de historias, canciones y sentimientos en los que hay amores que matan, y los que no, nos rescatan, convirtiéndonos en títeres de la espera, la frustración y la desolación. Y es que en el fondo, necesitamos creer que sí, que el amor está por encima de todo, que es capaz de dejarnos sin aire y que cuando se acaba, tú, yo, nosotros, dejamos de ser. Pero la realidad es que nadie, absolutamente nadie, muere de amor.
Es cierto. No te engaño. No existen amores que maten, ni amores que nos rescaten, no existen porque el único amor capaz de hundirte o salvarte es el de uno mismo. La buena noticia es que, como es tuyo, tú decides qué hacer con él. Hay decisiones que nos acompañan toda la vida y por eso, elige tú, no vivas esperando a que te elijan. No busques a quien no hace nada por encontrarte, no sigas apostando por quien no apostó por ti, pero sobre todo, no quieras morir por quien quiere y puede vivir sin ti.
Este escrito va por ti. Tú que de tanto pensar en él te has olvidado de ti. Tú que subastas tu amor al menor postor, sin miramientos, ni condiciones. Todavía tienes una opción: quiérete. Quiérete a ti más que a nadie. Conócete y deja de preocuparte por los que no se dejaron conocer. Y, apuesta por el amor más leal de todos los amores. Todavía tienes esta opción. La opción de optar por ti.
“Porque sin ti, sin ti lo soy todo”
Gisvel Vivas
Agarrarnos a la nostalgia y sus recuerdos, pasearnos con la indiferencia y fingir ser conformistas. Somos expertos en aparentar; no para el resto del mundo, sino para nosotros mismos, una felicidad a la cual no nos ha sido difícil llegar.
Podríamos preguntarnos en silencio y hacia dentro si somos auténticamente felices y estoy segura de que de doscientas veinticuatro veces que nos lo cuestionáramos, doscientas veinticinco contestaríamos tércamente SÍ. Tratamos de buscar ese ansiado sentimiento en idas y venidas, pero distracción no es sinónimo de felicidad por mucho que queramos igualarlo.
Creemos que nos encontraremos cuando logremos el equilibrio, nos empecinamos en esa idea falsa que se coló en nuestra forma de pensar sin que nos diéramos casi cuenta. Desequilibrio. Diría que la felicidad es desequilibrio,  un desequilibrio en el cual eres capaz de deslizarte disfrutando del riesgo que supone estar rodeada de un vacío a los pies del cual nadie tiene la obligación de esperar para cogerte. Un desequilibrio en el que, a pesar de todo, confías.



No te gusta quien eres. No eres así y nunca lo serás ni desearás profundamente serlo. De este modo, la única y verdadera opción correcta es escapar. Salir corriendo. Volando. Solo cuando seas capaz de volver a batir las alas a juego con el viento podrás estar satisfecha, volver a sonreír por dentro, con honestidad, siendo sincera contigo misma, como solías ser.

Muchas veces es difícil ser sincero con los demás, empezando por no ser sincero con uno mismo, y no por querer engañar premeditadamente, ni siquiera tú sabes que lo estás haciendo.
No queremos decirnos la verdad, eso implicaría susurrarnos en bajito a nosotros mismos cosas que no queremos oír, y nadie está conforme con eso. Autoengañarse es un sistema inmunológico mucho más fuerte que el del propio cuerpo humano, tanto que se nos puede ir de las manos.

Aire, silencio y paciencia. Solo necesito eso. Soledad sin estar sola.



A veces las cosas se van, no sabes si para volver más tarde o para no darse la vuelta. En cualquier caso, habrá que dejarlas ir, no se puede vivir día tras día encerrada en un "y si...". Hay mucho mundo fuera del monosílabo condicional.




Quieta. Tú y cuatro paredes. Ni sobre qué, ni sobre quién, ni siquiera si escribir o no, porque tienes guardadas dentro demasiadas cosas como para ser capaz de ordenarlas y animarlas a salir. Da miedo pensar en ellas, asusta querer tratar de darles sentido, incluso aclararlas. Y como todo, es más fácil dejarlas dormir, aunque no tengan los ojos cerrados. Es una permanente contradicción, contigo, con ellas, y con las cuatro paredes que te acompañan y te encierran, pero sin prohibirte la salida voluntariamente. Son como los enfados camuflados de una madre, "Haz lo que quieras, pero ya sabes lo que pienso". No hay nada peor que una libertad condicionada sutilmente. Nada censura más, nada consume más tus ganas, aun sabiendo que nadie te cortaría.



"Los dos días más importantes en su vida son los días que se nace y el día que se descubre por qué". 


                                                                                                                                                   Mark Twain






"Si te sirve de algo, nunca es demasiado tarde, o en mi caso demasiado pronto, para ser quien quieras ser. No hay límite en el tiempo, empieza cuando tú quieras. Puedes cambiar, o no hacerlo, no hay normas al respecto. De todo podemos sacar una lectura positiva o negativa, que espero que tú saques la positiva. Espero que veas cosas que te sorprendan. Espero que sientas cosas que nunca hayas sentido. Espero que conozcas a personas con otro punto de vista. Espero que vivas una vida de la que te sientas orgullosa. Y si ves que no es así, espero que tengas la fortaleza para empezar de nuevo."


El curioso caso de Benjamin Button
"Nadie puede volver atrás, pero todos podéis seguir adelante. Y mañana, cuando el sol salga, será suficiente con repetirse a uno mismo: Voy a ver este día como si fuese el primero de mi vida."


El manuscrito encontrado en Accra



Paloma. Aquí desde 1995, porque alguien quiso dejarme ver el mundo un par de meses antes de lo debido, gracias a ti, por no privarme de conocer esos 60 días de más.

Vivo en Madrid, y en otros muchos sitios al mismo tiempo. No creo pertenecer a un lugar concreto, dudo que lograra calificar como "hogar" a una sola cosa, sitio o persona, prefiero hacerlas mías todas sin sentirme egoísta por ello, dejando mi granito de arena en cada una.

Estudio diseño y publicidad, por ahora, quizá emigre o quizá no. No suelo tener nada claro pero si hay algo seguro es que rodearme de esto me hace feliz.
Tengo un doble fondo, pienso que siempre es bueno guardarse algo, sin prestárselo al resto y el único modo de dejarlo entrever es con aquello que haces sintiéndote feliz. En mi caso, tratar de despertar la creatividad que se esconde en un hueco de mi cerebro, lo consigue. Me gusta todo demasiado como para elegir un solo "algo" a lo que dedicar mi vida. Veremos.

Soy indecisa, soy impaciente e intranquila. No me gustan las personas excesivamente simpáticas que te hacen sentir estúpida o merecedora de compasión. Sincera sí, pero demasiado también. Una estantería rota, llena de desorden. Todo guardado, pero nada en su sitio. Me repetiría mil veces que las circunstancias dependen de cómo tú las quieras ver, y no me cansaría. Adoro la naturaleza, si no fuera porque no soy en absoluto independiente a la hora de sobrevivir, me pasaría en ella la vida entera. Los animales, los calcetines, los cactus, los muebles, comer, dormir, mirar y ver; hasta con lupa. Cerrar los ojos, cosquillas en la espalda, pintar, escuchar, las tiendas de segunda mano, abrir la venta, cerrar la puerta cuando todo está en silencio y la música antigua.

¿Y qué odio? Odiar poco, pero mucho me pone nerviosa. Soy fácilmente irritable, tremendo defecto aunque inevitable también. Heredado de mi madre, algo que lo hace menos malo y más bueno. La basura, los niños en manada, las rayas y los cuadros escoceses. El color lila y todo lo que tenga que ver con princesas y purpurina, las bombillas de luz amarilla y el gotelé.

Cambiaría mi habitación todos los días, pero no puedo, la casa no la pago yo.

Este es mi blog y una parte del interior de mi cerebro. Bienvenido.